Grave impacto ambiental, social y económico

21 nov 2021

El fenómeno del colosal desperdicio de alimentos que cada año hacemos los seres humanos no solo muestra la irracionalidad de nuestro modelo de producción y consumo sino que tiene un grave impacto ambiental, social y económico.

Casi 1.000 millones Tn de alimentos terminan en la basura y más de 800 millones de personas padecen hambre.

Desde el punto de vista ambiental se estima que, entre 8% y 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, están asociadas con alimentos que se desperdician. Además desperdiciar alimentos significa dilapidar recursos naturales (suelo, agua, etc) e insumos que utilizamos para producirlos (energía, combustible, maquinaria, fertilizantes, etc) y, por tanto, multiplicar el impacto ambiental, contribuyendo a agudizar los efectos del cambio climático.

La cantidad de alimentos que se producen pero no se comen, tiene también efectos negativos en el plano social. Unos 811 millones de personas en el mundo (la décima parte de la población global), padecen subalimentación. A esa cifra se llegó entre 2019 y 2020 donde se sumaron unos nuevos 118 millones. La emergencia del COVID-19 agudizó la precariedad en la que viven las poblaciones más pobres y por tanto, generó mayores niveles de carencias alimentarias agudas, mientras el mundo desperdicia casi 1.000 millones de toneladas de alimentos.

La pérdida y desperdicio de alimentos también puede medirse en términos económicos a lo largo de toda la cadena agroalimentaria. En las primeras etapas de la cadena, si se redujeran las pérdidas se disminuirían los costos de producción y eso es posible volviendo más eficiente el sistema productivo. Lo mismo ocurre en la cadena de comercialización, donde una parte importante de los alimentos se pierden por mal manejo, calidad de los envases, exposición al sol, etc.

La mayor diferencia entre el desperdicio de alimentos en países desarrollados y en vías de desarrollo es que éste se produce en los primeros en las fases de comercialización y consumo en hogares y restaurantes, y en los segundos, en las fases de producción, almacenamiento y transporte (incluidas las pérdidas poscosecha.

Un estudio de Naciones Unidas muestra que el desperdicio de todos los alimentos disponibles a nivel del consumidor supera el 17%. El trabajo revela el desperdicio de alimentos es un problema global, no solo del mundo desarrollado. En 2019, por ejemplo, 931 millones de toneladas de alimentos vendidos a hogares, minoristas, restaurantes y otros servicios alimentarios, terminaron en los basureros de esos consumidores.

Para tener la dimensión de la monstruosidad de ese despilfarro, su peso equivale a unos 23 millones de camiones de 40 toneladas completamente cargados, los que puestos en fila alcanzaría para dar siete vueltas a la Tierra.

El informe “Índice de desperdicio de alimentos 2021” fue publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la organización certificadora WRAP (Worldwide Responsible Accredited Production) y analiza el desperdicio de alimentos que se produce en los distintos puntos de venta más restaurantes y hogares.

El estudio del PNUMA destaca que en casi todos los países donde midieron el desperdicio de alimentos, su volumen fue importante, independientemente del nivel de ingresos. Muestra que la mayor parte de este desperdicio proviene de los hogares, que descartan 11% del total de alimentos disponibles en la etapa de consumo de la cadena de suministro, mientras los servicios de alimentación y los establecimientos minoristas desperdician 5% y 2%, respectivamente.

A nivel mundial, cada año se desperdician 121 kgs. de alimentos per cápita, a nivel del consumidor, 74 de los cuales se desperdician en los hogares. El informe también incluye estimaciones per cápita, regionales y nacionales.

PNUMA plantea la necesidad de que los países realicen un seguimiento del progreso en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 12.3 (ODS ONU) que tiene como meta reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para 2030.

“Disminuir el desperdicio de alimentos reduciría las emisiones de gases de efecto invernadero y la velocidad de la destrucción de la naturaleza que resulta de la conversión de la tierra y la contaminación. Al mismo tiempo, mejoraría la disponibilidad de alimentos y, por lo tanto, reduciría el hambre y ahorraría dinero en un momento de recesión mundial… Si queremos tomarnos en serio la lucha contra el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación y los residuos, entonces las empresas, los gobiernos y los ciudadanos de todo el mundo deben hacer su parte para reducir el desperdicio de alimentos”, reclama Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.

Aprovechando el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos (29.9), Naciones Unidas convocó a una Cumbre sobre los sistemas alimentarios en Nueva York el pasado 23 de septiembre, para lanzar nuevas acciones audaces y abordar el desperdicio de alimentos a nivel mundial.

ONU convoca a mujeres rurales y jóvenes a transformar los sistemas alimentarios mundiales.

La ONU busca involucrar a millones de personas del medio rural, como parte de un ambicioso proceso de participación pública, para que las comunidades indígenas, los agricultores familiares, las mujeres rurales y los jóvenes ayuden a transformar los sistemas alimentarios mundiales. Asimismo convocó a una conversación mundial (‘Las voces de los sistemas alimentarios’) de renombrados chefs, jóvenes activistas del clima y otros sectores involucrados a discutir cómo transformar nuestros sistemas alimentarios.

Es que un mundo con más de 800 millones de personas afectadas por el hambre y la subalimentación y 3.000 millones de personas que no pueden pagar una dieta saludable, se necesita de manera perentoria un plan para instar a los consumidores a reducir el desperdicio de alimentos en sus hogares.

Los beneficios son evidentes: incluir el desperdicio de alimentos en las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional de cara al Acuerdo de París, mejora la ambición climática de los países, fortalece su seguridad alimentaria y reduce los costos para los hogares.

PROBLEMA GLOBAL

Si la pérdida y el desperdicio de alimentos fuera un país, sería la tercera mayor fuente de efecto invernadero. Además el desperdicio de alimentos también constituye una carga para los sistemas de gestión de residuos y exacerba la inseguridad alimentaria, por lo que se convierte en uno de los principales contribuyentes a las tres crisis planetarias (cambio climático, pérdida de naturaleza y biodiversidad, y contaminación y desperdicio).

 

Mientras algunos no comen, otros se divierten como estúpidos, arrojándose millones de tomates (‘Tomatina’ – España).

La reducción del desperdicio de alimentos ofrece beneficios multifacéticos para las personas y el Planeta, mejorando los alimentos, su seguridad, reducir las presiones sobre la tierra, el agua, y la biodiversidad; abordar el cambio climático, ahorrar dinero y aliviar los sistemas de gestión de residuos.

La realidad es que hasta ahora ese enorme potencial ha sido lamentablemente infravalorado. En buena parte porque no se ha tomado en cuenta la verdadera colosal escala del desperdicio de alimentos ni sus impactos sobre el ambiente.

De allí la importancia del estudio del PNUMA con datos precisos sobre el desperdicio de alimentos que permite contar con información actualizada y precisa sobre residuos alimentarios para poder actuar y priorizar los esfuerzos, con la meta de reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para el 2030 (Objetivo de Desarrollo Sostenible 12.3).

En el nuevo trabajo de Naciones Unidas se han realizado estimaciones de residuos, por región y por sector, que ofrecen una nueva perspectiva de la magnitud del problema y del potencial de prevención sustancial en países de ingresos bajos, medianos y altos.

Asimismo propone una metodología para que los países midan el desperdicio de alimentos, a nivel del hogar, del servicio de alimentos y del comercio minorista, con el fin de realizar un seguimiento del progreso nacional hacia 2030 con bases sólidas para detectar cambios en el desperdicio de alimentos en intervalos de dos o cuatro años, y hacer comparaciones significativas entre países a nivel mundial.

Se requiere abordar cambios culturales en el comportamiento del consumidor, en todos los contextos, desde el modo de hacer las compras, de encarar la cocina de nuestros alimentos, la búsqueda de dietas saludables y sostenibles, hasta lograr que desperdiciar comida en cualquier lugar, sea socialmente inaceptable.

Tomar conciencia de la monstruosidad que supone arrojar cada año a la basura el contenido de alimentos para llenar 23 millones de camiones de 40 toneladas, que si lográramos visualizarlos puestos en caravana compondría –como dijimos– una demencial caravana que daría siete vueltas a la Tierra.