La pérdida de hielo alrededor del continente alcanza un máximo histórico

05 mar 2022

Tras casi medio siglo de registros, el hielo que cubre el “continente blanco” muestra un récord de retracción en su superficie así como en el hielo marino que lo rodea.

Según un estudio realizado por el Centro de Datos de Hielo Marino de la Universidad de Boulder-Colorado (EEUU), Estados Unidos, el hielo marino de la Antártida alcanzó su registro más bajo desde que comenzaron las mediciones de su superficie en 1979.

Imágenes satelitales de la NASA muestran la reducción del hielo marino antártico en los últimas años.

Con 14,2 millones de kms², es el cuarto continente más grande después de Asia, América y África. Se trata de un desierto de hielo. Con precipitaciones anuales de solo 200 mm en la zona costera, y muy escasas hacia su interior, la temperatura en la Antártida ha alcanzado los –89,2°C, aunque la media del trimestre más frío del año es de –63°C.

Pero hace exactamente un año atrás, la OMM recibió información de la Base argentina ‘Esperanza’ en la península antártica de Trinidad, de un nuevo récord de temperatura máxima alcanzado en el continente con +18,3°C, la mayor medición registrada en ese continente usualmente helado. Esa medición fue ratificada recientemente la agencia meteorológica de Naciones Unidas y demuestra las graves alteraciones que soporta esa región del mundo. (Ver Más Azul n°25, oct.2021 “Antártida: pérdida de hielo y avance de vegetación”); n° 13, oct. 2020, “Antártida en problemas” y n° 6, marzo 2020, “Ola de calor en la Antártida”).

El pasado mes de febrero, científicos de la Universidad de Boulder comprobaron que el hielo marino en la Antártida se redujo a una extensión de 1.966 millones kms2, la reducción más pronunciada durante la temporada de verano austral. El anterior registro de una reducción semejante en temporada estival había sido menor, cubriendo el hielo marino una superficie de 2,1 millones de kms2 en 2017.

Los datos fueron publicados por científicos de esa universidad estadounidense, que mostraron su preocupación ante una extensión de hielo marino tan reducida. Si bien se espera que la superficie se recupere a partir de la temporada más fría que sobrevendrá tras el verano austral, la inquietud proviene de la dimensión de los cambios que están ocurriendo en la Antártida

De hecho, muchos expertos en el hielo marino antártico aseguran que el continente se derrite a velocidad inesperada desde 2014. Científicos y ONGs vienen alertando del colapso climático cada vez más evidente en la región, con algunas partes de la Antártida calentándose más rápido que cualquier otro lugar del Planeta.

Según datos satelitales aportados por la NASA, el casquete polar de la Antártida está perdiendo masa tres veces más rápido ahora que en la década de 1990, lo que contribuye al aumento del nivel global del mar.

Alrededor del 98% de su superficie está envuelta por la cubierta de hielo antártica, que tiene un espesor promedio de unos 2 kms. La región contiene casi el 90% del hielo que hay en el mundo y en consecuencia el 70% del agua dulce del Planeta. Si todo ese hielo se fundiese, el nivel del mar podría aumentar 60 mts.

La parte oeste está escondida bajo la cubierta de hielo de la Antártida Occidental causa preocupación debido a que, según estudios publicados por la Universidad de Maine, hay posibilidades reales de que se desplome en un período geológicamente corto, con un impacto imprevisible sobre el nivel del mar.

Un reciente informe la Universidad de Santiago (Chile) agrega que no habría que descartar que, sumado a los efectos del cambio climático en el derretimiento del hielo en la Antártida, también pueda influir la creciente contaminación del carbono que producen barcos, aviones y generadores fruto de las intensas actividades turísticas que se registran en el continente, lo que queda reflejado en algunas regiones donde se derriten hasta 23 mm. más de nieve cada verano.

Retroceso de los glaciares

De acuerdo con Naciones Unidas, un 87 % de los glaciares polares han retrocedido en la Antártida en los últimos 50 años. El número alarma a los científicos por sus consecuencias dramáticas sobre ecosistemas de hielos perennes. “Hace 30 años que voy a la Antártida por motivos científicos –dice Juan M. Lirio, geólogo del Instituto Antártico Argentino– y la reducción del hielo es notoria en las últimas décadas… Yo estudio lagos del norte de la península antártica, muy cercanos a las bases antárticas argentinas y allí vemos como los glaciares están retrocediendo y se forman cada vez más lagos, en cantidad y superficie”.

Producto del retroceso de los glaciares, explica Lirio, se han duplicado la cantidad de lagos en el continente blanco, desde 1985: “Lo preocupante es que la Antártida es el mayor espejo blanco de superficie que tiene la Tierra y sirve para rechazar la luz solar y evitar el calentamiento global. Es la principal ´heladera´ que tiene el planeta. Cuando el hielo marino que rodea al continente se derrite, esa superficie blanca que rechazaba el calor, ahora se transforma en azul, que es el agua, que lo atrae”.

El satélite argentino SAOCOM 1A registró el desprendimiento del témpano más grande del mundo, en mayo 2021.

Además de la reducción del hielo marino, otro de los fenómenos que preocupan a los científicos antárticos es el creciente desprendimiento de témpanos, como las ‘barreras de Larsen’ o lo sucedido en febrero 2021 cuando la Dirección Nacional del Instituto Antártico Argentino (IIA) anunció el desprendimiento de un nuevo gran témpano de la Barrera de Hielo Brunt, al sur del Mar de Weddell, con un tamaño de unos 1.270 km2, que fue detectado gracias a imágenes del satélite argentino SAOCOM 1.

Aunque esos témpanos no se derriten rápidamente, aumentan el hielo marino que el calentamiento global va reduciendo pero no vuelven a unirse al continente.

Por otra parte, con una tecnología avanzada se ha verificado el retroceso rápido que están teniendo los glaciares Kohler, Pope y Smith en el mar de Amundsen (Antártida occidental). La pérdida de masa de esos glaciares está mostrando la dimensión de los problemas climáticos globales en el futuro, según advierte un estudio publicado en Nature Geosciences. Pietro Milillo, autor principal del trabajo y profesor en la Universidad de Houston revela el descubrimiento: “Gracias a la nueva generación de satélites de radar, hemos podido presenciar en los últimos años tasas de retroceso más rápidas que nunca entre los glaciares de todo el mundo. Esa es una señal de advertencia de que las cosas no se están asentando, no se estabilizan en absoluto, lo que podría tener graves implicaciones para el equilibrio de todo el sistema glaciar en esta región”.

Aumento del nivel del mar

Los problemas de la Antártida son múltiples y dan señales de la aceleración de la crisis climática. La desaparición de glaciares y y de mares congelados retroalimenta el calentamiento de aire y océanos. El deshielo contribuye al ascenso del nivel del mar más de lo esperado. Es lo que sostiene otro estudio producido por científicos de la Universidad de Harvard.

Publicado en Science Advances, el informe advierte sobre un ‘mecanismo’ de expulsión de agua que ocurre cuando el lecho de roca sólido sobre el que se asienta la capa de hielo de la Antártida occidental ‘rebota’ a medida que el hielo se derrite Ese lecho rocoso –señala el estudio–se encuentra por debajo del nivel del mar, por lo que cuando se eleva con el deshielo, empuja el agua del área circundante al océano, contribuyendo al aumento global del nivel del mar.

La magnitud del efecto nos sorprendió”, confiesan Linda Pan y Evelyn Powell, codirectoras del estudio. “Si la capa de hielo de la Antártida occidental colapsara, la estimación del aumento medio global del nivel del mar resultante sería de 3,2 metros, apunta Powell. “Y lo que hemos demostrado es que el mecanismo de expulsión de agua agregará un metro adicional, o un 30 % al total”.

Para clarificar el fenómeno se podría señalar que es el efecto inverso al de ‘Arquímedes en la bañera’.Si al sumergirnos, desalojamos agua, igual a nuestro volumen, lo que ocurre aquí es que al quitar el peso del hielo se ‘achica la bañera’, desplazando hacia arriba esa cantidad de agua”.

El deshielo de la Antártida es tres veces mayor que hace una década.

Si bien el impacto se sentirá en cientos de años, Pan y Powell sostienen que para finales de este siglo, el aumento global del nivel del mar causado por el deshielo de la Antártida occidental repercutirá en un incremento del 20% sólo por el mecanismo de expulsión de agua.

Más lluvia, más deshielo

Es lo que anticipa Catherine Bradshaw, del Met Office y el Instituto de Sistemas Globales de la Universidad de Exeter, que junto a investigadores de las universidades Bristol, Cardiff (Reino Unido) y Estocolmo (Suecia), NORCE-Universidades de Bergen, Stavanger, Agder, el UiT-The Arctic University y el Centro Bjerknes para la Investigación del Clima-(Noruega) han verificado que los procesos desencadenados por el aumento de las precipitaciones reducirían la capacidad del sistema climático para mantener una gran capa de hielo antártico, provocando una reacción en cadena.

“Cuando una capa de hielo se derrite –dice Bradshaw– el suelo recién expuesto debajo es menos reflectante y las temperaturas locales se vuelven más cálidas… Eso llevaría más lluvias al continente antártico, lo que provocaría que más agua dulce llegara al mar, provocando una nueva reacción en cadena”.

El agua dulce, menos densa que el agua salada, puede asentarse en la superficie del mar, en lugar de hundirse y circular como lo hace el agua salada, con lo cual se quiebra la interacción entre el océano profundo y la superficie, provocando que “el agua más caliente se acumule en la profundidad”, lo que asegura una catástrofe ambiental.

Las consecuencias de lo que sucede en la Antártida como en el Ártico se extienden a todo el Planeta, e impactará en las cadenas alimentarias marinas de todo el mundo. Se requiere una intensa acción para regular las aguas internacionales y generar una red de santuarios oceánicos que mitiguen lo que está sucediendo en los océanos y, en especial, en los polos, para permitir que los ecosistemas marinos desarrollen una mayor resiliencia ante una crisis climática que acelera sus pasos.