Argentina corre el riesgo de perder su mayor bosque nativo

22 ene 2023

En el Gran Chaco, el segundo bosque más grande de Sudamérica que se extiende por el norte de Argentina (51%), Paraguay (30%), sur de Bolivia (15%) y el extremo sur de Brasil (4%), se está librando una batalla desigual.

No es el bosque más conocido de Sudamérica ni el más vistoso, pero es el segundo en tamaño y biodiversidad.

Hasta ahora, las campañas internacionales contra la deforestación han puesto su foco en los bosques húmedos como la Amazonía, desatendiendo la bomba de carbono que implicaría un deterioro del Gran Chaco, el sistema boscoso seco más grande y biodiverso de América del Sur.

La región, de enorme biodiversidad, es el escenario de un vertiginoso avance de la deforestación, que enfrenta a diversas organizaciones de la sociedad civil con el gobierno argentino, tanto a nivel nacional como provincial. Las autoridades del país hacen gala de una profunda despreocupación por la situación ambiental, donde exhiben ignorancia, complicidad y desidia.

Basta recordar su defensa de la explotación de fracking en Vaca Muerta, su abandono de la protección del mar en el Atlántico sur donde prospera la sobrepesca y la exploración petrolífera off shore, el apoyo a una agricultura insostenible plagada de agrotóxicos (ocupa el primer puesto mundial en uso de plaguicidas por habitante/año:10 litros) y la creciente deforestación en busca de ampliar la frontera agro-ganadera.

El Gran Chaco abarca casi 1,3 millones de kms2 que se extienden por los territorios de esos cuatro países del sur de Sudamérica. Se trata del bosque seco más grande del subcontinente, que alberga unas 3.400 especies de plantas, 500 especies de aves, 150 de mamíferos, 120 de reptiles y 100 de anfibios.

Pero más importante aún: es la casa común de unas cuarenta etnias diferentes, conformada por diez troncos lingüísticos. Casi 350.000 aborígenes lo habitan (200.000 en Argentina –qom, wichís, chanés, pilagaes, mocoviés, etc–; 75.000 en Bolivia –chiquitanos, ava guaraníes, gwarayúes, etc–; 40.000 en Paraguay –ava guaraníes, chiriguanos, makaes, etc) y el resto en Brasil –caduveos, ñandevas, mbya, etc), que dependen de este ecosistema para sobrevivir.

Su valor ambiental es muy importante, ya que implica ecosistemas vitales para la mitigación del cambio climático, la prevención de fenómenos extremos, como inundaciones y sequías y la preservación de la biodiversidad.

Algunos expertos estiman que si la tala de bosques continúa, el Gran Chaco podría perderse en su gran mayoría, como ya ha sucedido con el Bosque Atlántico del Alto Paraná, una selva húmeda de 9 millones de hectáreas, de las que solo queda un 16%.

Un nuevo embate

Ahora, algunos cambios propuestos en una ley ambiental en la provincia argentina de Chaco, impulsados por su gobernador Jorge Capitanich, busca asegurar las condiciones para avanzar ‘legalmente’ en la deforestación del segundo pulmón verde de Sudamérica

En 2007, una ley de Bosques Autóctonos establecía tres categorías: I (Roja) para áreas de alto valor de conservación que no pueden ser transformadas; II (Amarilla), para zonas de un valor medio de conservación, que pueden ser intervenidas siempre que se realicen actividades de restauración; y III (Verde), áreas de bajo valor de conservación que pueden ser transformadas.

Entre 2008 y 2020, según diversas organizaciones como la Red Agroforestal Chaco Argentina (Redaf), Greenpeace y otras, el Gran Chaco perdió solo en esa provincia argentina más de 376.000 hectáreas de bosque nativo. Aunque la mayoría corresponde a áreas verdes, el proceso de deforestación también alcanzó a zonas amarillas y rojas, donde estaba expresamente prohibida. (Ver Más Azul n°12, sept 2020, “Avanza la deforestación en el Gran Chaco”).

Sus autoridades han elegido profundizar la deforestación en el Gran Chaco, un bosque plurinacional que perdió solo en 2014, más de 500.000 has., lo que significó un ritmo de destrucción de bosques de más de 1.000 has. diarias!!! O 1.700 según estima la organización ambientalista Guyra Paraguay.

A ello se agrega la revelación que hizo el Observatorio de la Tierra de NASA en mayo 2020, cuando publicó el avance de los desmontes en el Gran Chaco y en particular, en el territorio argentino, pese a la cuarentena del Covid-19. Los satélites revelaron entonces que los primeros 65 días de confinamiento, fruto de la pandemia, fueron aprovechados para una deforestación intensiva en cuatro provincias argentinas (Formosa-3.073 has; Santiago del Estero-7.759 has; Salta-2.435 has y Chaco-1.639 has), con la complicidad de los controladores.

Era la continuidad del irracional proceso que ha llevado a que un 20% –142.000 kms2 de bosque– hayan sido arrasados para convertirlos en tierras de cultivo o pastoreo en menos de 30 años (1985-2013). Si se contabilizan solo los últimos 20 años, el ecosistema del Gran Chaco en Argentina ha perdido unos 5 millones de hectáreas de bosque nativo.

Hay que recordar que su zona más valiosa, conocida como el Impenetrable, es una gran región de bosque nativo de más de 40.000 kms² en la llanura chaqueña occidental de la provincia argentina del Chaco y también de una porción en de las provincias de Formosa, Salta y Santiago del Estero, de la que solo tiene protección una ínfima parte (1.289 kms²) que conforman el Parque Nacional.

En lugar de atender estas pérdidas, a finales de septiembre pasado, el gobierno provincial del Chaco presentó una propuesta de actualización del plan de ordenamiento de los bosques nativos, para ampliar las áreas verdes y facilitar la deforestación.

Parque Nacional La Fidelidad, ínfima área protegida en ‘El Impenetrable’ argentino (Rewilding Argentina).

“La norma resulta ser regresiva al dejar sin protección áreas boscosas que anteriormente se encontraban protegidas”, advierte Noemí Cruz de Greenpeace Argentina.

Las duras críticas que ha generado la propuesta ya que se teme que acelere la destrucción del segundo bosque más grande de Sudamérica, provocaron que la legislatura provincial postergara su tratamiento, a la espera de que la opinión pública pierda fuerza.

Importancia ecológica del Gran Chaco

Un estudio de científicos argentinos de INTA y alemanes del programa de Uso de la Tierra de la Universidad de Humboldt en Berlín ha demostrado la notable importancia ecológica del Gran Chaco en relación al cambio climático. Han comprobado con sorpresa, que el carbono almacenado en la ecorregión es 19 veces mayor de lo calculado hasta ahora: “Sólo para el Gran Chaco seco, hay unas 4.65Gt de carbono almacenados en la vegetación. Esto es una cantidad de carbono muy considerable. Es lógico pensar que no todo va a ser emitido. Pero demostramos, en término de las cantidades de emisiones que están yendo a la atmósfera, que las del Gran Chaco son comparables a las de lugares como la Amazonía o Indonesia. Y esos son los sitios que se relacionan con las grandes discusiones sobre el cambio climático”, asegura Tobías Kuemmerle, profesor de biogeografía y biología de la conservación en el departamento de Geografía de esa Universidad germana (Remember Gran Chaco, Kuemmerle y ots, enero 2017)

Según datos oficiales, se extrae un millón de toneladas de madera al año en el Chaco. Pero como señala Ricardo Tiddi, de la Ong Somos Monte Chaco, esa cifra es engañosa ya que gran parte de la madera se extrae ilegalmente, por lo que las estimaciones alcanzan a los dos o tres millones de toneladas al año.

“Para el sector agroforestal –explica Tiddi– es más barato comprar tierras en zonas boscosas que por ley no pueden ser desmontadas, y luego presionar para obtener permisos especiales de desmonte, o simplemente pagar las ridículas (por pequeñas) multas… Lo que estamos presenciando en el Chaco ya no es un daño a los bosques nativos, sino simplemente su extinción”.

De hecho, en las áreas de conservación ‘rojas’ en el noroeste de la provincia, de mayor valor ambiental y donde la tala está en teoría, absolutamente prohibida, sólo perdura el 20 a 25% del bosque original. Algo en lo que coincide el ingeniero Mauricio Tinari, de la Fundación Gran Chaco, quien advierte que las especies de interés forestal (en especial algarrobos y quebrachos) son explotados de manera desordenada: “Si se sigue cosechando indiscriminadamente, estos árboles desaparecerían todos en unos 15-20 años”.

Lo que estamos presenciando en el Chaco ya no es un daño a los bosques nativos, sino simplemente su extinción.

La hipocresía como regla

Las actuales autoridades argentinas, tanto a nivel nacional como en la provincia del Chaco, muestran una flagrante hipocresía en sus planteos ambientales. Mientras, como hemos señalado, avanzan en posiciones extractivistas en materia de recursos (petróleo, gas, minería, agro-ganadería, pesca, etc) plantean en los foros internacionales una estrategia de acreedores ambientales, considerando que Argentina proporciona al mundo servicios ecosistémicos por el dióxido de carbono que capturan sus bosques nativos.

Con ese argumento pretende el gobierno argentino aliviar la penosa deuda externa que acumula desde hace décadas por su impericia económica y la corrupción rampante de sus gobiernos, que ha llevado a un país muy rico a una condición de deudor serial (record mundial de defaults) y con una pobreza que alcanza al 40% de su población.

Para ratificar la falacia gubernamental, la protección de los bosques es manejada en Chaco por el ministerio de Producción y no por la cartera provincial de Medio Ambiente. Es que para sus políticos, bosques es igual a madera y tanino, es decir negocios. Como destacan algunos expertos, en el Chaco como en el resto del país, las grandes empresas productoras de materias primas gobiernan por encima de la ley, con la complicidad de funcionarios que nada hacen para preparar a su país para enfrentar los graves impactos del cambio climático, que Argentina ya padece con una prolongada sequía que compromete su rol global de gran productor de alimentos.